Son casi las nueve de la noche y en el hall del hospital público 12 de Octubre se encuentran media docena de personas, frente al mostrador de recepción, ataviados con camisetas rojas que rezan en su parte delantera un mensaje muy directo, muy conciso; “Los Recortes Matan”.
Carteles y pancartas decoran a modo de denuncia un hall que se ha convertido en el cuartel general de una reivindicación, tan justa como humana.
Caras con
gesto claramente cansado, agotado, pero con una fuerza interior que invita a la
esperanza y la ilusión, en una lucha larga pero imparable en un día muy
concreto y especial.
Caras de
personas que en algunos casos, llevan más de doce horas seguidas en el hall de
un hospital, en pie o sentados en duras sillas de plástico y que incluso han
dormido en sacos de dormir en el duro suelo, con una sencilla alfombrilla de
goma como aislante.
Caras de
hombres y mujeres, que además están enfermas, algunas muy enfermas, pero que están
decididas a aguantar y soportar cualquier prueba de fuerza, con la lucha por
bandera, en el reconocimiento de sus derechos a ser atendidos por un gobierno
que les niega el único medicamento que puede salvar lo más preciado que un
ser humano posee, la vida y que los gobernantes les niegan, alegando su alto coste
económico; la vida en este país tiene un precio y por lo visto, no es un
derecho legítimo a la vista de los acontecimientos.
Los que más
horas llevan, se preparan para marchar a sus domicilios, siendo turnados por
nuevos compañeros que han decidido y preferido, no pasar una noche tan especial
como es la del treinta y uno de Diciembre, acompañados de sus familias y amigos
y estar al pie del cañón, continuando con la digna batalla que llevan a cabo.
En el
intercambio de saludos y felicitaciones, acompañados de abrazos, besos y alguna
que otra lagrima, nos presentamos y les informamos de que como les informado días
antes, no queríamos dejarles solos en una noche tan especial e íbamos a
hacerles compañía en ese cambio de año, porque esta no es una lucha unipersonal,
ni mucho menos, es una lucha que debe de ser colectiva y cuanto más masiva
mejor, pues no hablamos solo y en exclusiva de estos enfermos y esta
enfermedad, sino de una situación que afecta y afectara a miles de ciudadanos más,
no solo con la hepatitis C, también con otras muchas enfermedades, a las que
unos incompetentes mandatarios ponen precio.
El
recibimiento no pudo ser mejor.
No nos conocíamos
personalmente y jamás nos habíamos visto, ni hablado y sin embargo, sus abrazos
y sus besos, fueron como si nos conociéramos de toda la vida e hiciera años que
no sabíamos nada el uno del otro.
Desde el
primer segundo se creó un vínculo familiar, al que doy fe que jamás había
sentido con personas ajenas a mí y que muy probablemente, se haya podido
convertir en el comienzo de una gran amistad, de esas que dejan huella.
A las diez
menos cuarto de la noche, los seis miembros de la plataforma que han decidido
cenar en el hospital, comienzan a preparar la mesa.
Sencilla y
humilde, con un mantel de papel también de color rojo y con un plato central,
que contiene algo de marisco y unas gambas y langostinos repartidos en dos
platos.
De segundo
plato y principal, comida china.
Un poco de conversación
antes de la cena y primer brindis con agua y refrescos.
Al
concluir, es el momento de preparar las mal
denominadas uvas de la suerte y comienzan a llegar algunos compañeros, algunos
desde Toledo, que han querido unirse para compartir esos instantes.
Colocamos un
teléfono móvil en el centro de la mesa, desde donde seguiremos las campanadas.
Estas
comienzan y se hace un silencio solo roto por el sonido del teléfono.
Tras la última
campanada, este silencio se convierte en unos fortísimos aplausos, nudos en la
garganta, abrazos y lágrimas. La emoción es indescriptible.
El primer
brindis del año lo realizamos con sidra sin alcohol y como no puede ser de otra
manera, está dedicado a la inmediata distribución del único medicamento que les
puede salvar la vida.
Feliz año
nuevo.
Quiero
agradecer el cariño y calor que estas personas me dispensaron, cuando debería ser
justamente lo contrario, tenemos la obligación el resto de ciudadanos de darles
ese apoyo y ese calor a ellos, pues su lucha es nuestra lucha. La de todos
1 comentario:
sinceramente es una lastima o mejor dicho, una verguenza, que personas enfermas tengan que encerrarse para mendigar una medicina que ya debian habersela dado.
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