jueves, 1 de enero de 2015

31 DE DICIEMBRE EN EL 12 DE OCTUBRE


Son casi las nueve de la noche y en el hall del hospital público 12 de Octubre se encuentran media docena de personas, frente al mostrador de recepción, ataviados con camisetas rojas que rezan en su parte delantera un mensaje muy directo, muy conciso; “Los Recortes Matan”.



Carteles y pancartas decoran a modo de denuncia un hall que se ha convertido en el cuartel general de una reivindicación, tan justa como humana.



 






Caras con gesto claramente cansado, agotado, pero con una fuerza interior que invita a la esperanza y la ilusión, en una lucha larga pero imparable en un día muy concreto y especial.
Caras de personas que en algunos casos, llevan más de doce horas seguidas en el hall de un hospital, en pie o sentados en duras sillas de plástico y que incluso han dormido en sacos de dormir en el duro suelo, con una sencilla alfombrilla de goma como aislante.







Caras de hombres y mujeres, que además están enfermas, algunas muy enfermas, pero que están decididas a aguantar y soportar cualquier prueba de fuerza, con la lucha por bandera, en el reconocimiento de sus derechos a ser atendidos por un gobierno que les niega el único medicamento que puede salvar lo más preciado que un ser humano posee, la vida y que los gobernantes les niegan, alegando su alto coste económico; la vida en este país tiene un precio y por lo visto, no es un derecho legítimo a la vista de los acontecimientos.
Los que más horas llevan, se preparan para marchar a sus domicilios, siendo turnados por nuevos compañeros que han decidido y preferido, no pasar una noche tan especial como es la del treinta y uno de Diciembre, acompañados de sus familias y amigos y estar al pie del cañón, continuando con la digna batalla que llevan a cabo.
En el intercambio de saludos y felicitaciones, acompañados de abrazos, besos y alguna que otra lagrima, nos presentamos y les informamos de que como les informado días antes, no queríamos dejarles solos en una noche tan especial e íbamos a hacerles compañía en ese cambio de año, porque esta no es una lucha unipersonal, ni mucho menos, es una lucha que debe de ser colectiva y cuanto más masiva mejor, pues no hablamos solo y en exclusiva de estos enfermos y esta enfermedad, sino de una situación que afecta y afectara a miles de ciudadanos más, no solo con la hepatitis C, también con otras muchas enfermedades, a las que unos incompetentes mandatarios ponen precio.
El recibimiento no pudo ser mejor.
No nos conocíamos personalmente y jamás nos habíamos visto, ni hablado y sin embargo, sus abrazos y sus besos, fueron como si nos conociéramos de toda la vida e hiciera años que no sabíamos nada el uno del otro.
Desde el primer segundo se creó un vínculo familiar, al que doy fe que jamás había sentido con personas ajenas a mí y que muy probablemente, se haya podido convertir en el comienzo de una gran amistad, de esas que dejan huella.
A las diez menos cuarto de la noche, los seis miembros de la plataforma que han decidido cenar en el hospital, comienzan a preparar la mesa.
Sencilla y humilde, con un mantel de papel también de color rojo y con un plato central, que contiene algo de marisco y unas gambas y langostinos repartidos en dos platos.
De segundo plato y principal, comida china.
Un poco de conversación antes de la cena y primer brindis con agua y refrescos.


Al concluir,  es el momento de preparar las mal denominadas uvas de la suerte y comienzan a llegar algunos compañeros, algunos desde Toledo, que han querido unirse para compartir esos instantes.
Colocamos un teléfono móvil en el centro de la mesa, desde donde seguiremos las campanadas.

Estas comienzan y se hace un silencio solo roto por el sonido del teléfono.
Tras la última campanada, este silencio se convierte en unos fortísimos aplausos, nudos en la garganta, abrazos y lágrimas. La emoción es indescriptible.
El primer brindis del año lo realizamos con sidra sin alcohol y como no puede ser de otra manera, está dedicado a la inmediata distribución del único medicamento que les puede salvar la vida.

Feliz año nuevo.


Quiero agradecer el cariño y calor que estas personas me dispensaron, cuando debería ser justamente lo contrario, tenemos la obligación el resto de ciudadanos de darles ese apoyo y ese calor a ellos, pues su lucha es nuestra lucha. La de todos


1 comentario:

Anónimo dijo...

sinceramente es una lastima o mejor dicho, una verguenza, que personas enfermas tengan que encerrarse para mendigar una medicina que ya debian habersela dado.